Las moscas
Poemas para Niños.
Autor: Antonio Machado
Vosotras, las familiares, inevitables golosas,
vosotras, moscas vulgares, me evocáis todas las cosas.
Oh, viejas moscas voraces como abejas en abril,
viejas moscas pertinaces sobre mi calva infantil!
¡Moscas del primer hastío, en el salón familiar,
las claras tardes de estío en que yo empecé a soñar!.
Y en la aborrecida escuela, raudas moscas divertidas,
perseguidas por amor de lo que vuela
-que todo es volar-, sonoras, rebotando en los cristales
en los días otoñales... Moscas de todas las horas,
de siempre... Moscas vulgares, de mi juventud dorada,
de esta segunda inocencia que da en no creer en nada,
de siempre... Moscas vulgares, que de puro familiares
no tendréis digno cantor: yo sé que os habéis posado
sobre el juguete encantado, sobre el librote cerrado,
sobre la carta de amor,
sobre los párpados yertos de los muertos.
Inevitables golosas, que ni labráis como abejas,
ni brilláis cual mariposas; pequeñitas, revoltosas,
vosotras, amigas viejas, me evocáis todas las cosas.
Poemas para Niños.
Autor: Antonio Machado
Autor: Antonio Machado
Es mediodía. Un parque.
Invierno. Blancas sendas;
simétricos montículos
y ramas esqueléticas.
Bajo el invernadero,
naranjos en maceta,
y en su tonel, pintado
de verde, la palmera.
Un viejecillo dice
para su capa vieja:
"¡El sol, esta hermosura
de sol...!" Los niños juegan.
El agua de la fuente
resbala, corre y sueña
lamiendo, casi muda,
la verdinosa piedra.
La Cigarra y la Hormiga
Cantando la Cigarra pasó el verano entero,
sin hacer provisiones allá para el invierno;
los fríos la obligaron a guardar el silencio
y a acogerse al abrigo de su estrecho aposento.
sin hacer provisiones allá para el invierno;
los fríos la obligaron a guardar el silencio
y a acogerse al abrigo de su estrecho aposento.
Viose desproveída del precioso sustento:
sin mosca, sin gusano, sin trigo, sin centeno.
Habitaba la Hormiga allí tabique en medio,
y con mil expresiones de atención y respeto
la dijo: «Doña Hormiga, pues que en vuestro granero
sobran las provisiones para vuestro alimento,
prestad alguna cosa con que viva este invierno
esta triste Cigarra,que alegre en otro tiempo,
nunca conoció el daño, nunca supo temerlo.
No dudéis en prestarme; que fielmente prometo
pagaros con ganancias, por el nombre que tengo.
La codiciosa Hormiga respondió con denuedo,
ocultando a la espalda las llaves del granero:
«¡Yo prestar lo que gano con un trabajo inmenso!
Dime, pues, holgazana,
¿Qué has hecho en el buen tiempo?»
«Yo, dijo la Cigarra, a todo pasajero
cantaba alegremente, sin cesar ni un momento.»
«¡Hola! ¿conque cantabas cuando yo andaba al remo?
Pues ahora, que yo como, baila, pese a tu cuerpo.».
La gallina de los huevos de oro
Érase una Gallina que ponía
un huevo de oro al dueño cada día.
un huevo de oro al dueño cada día.
Aun con tanta mala ganancia contento,
quiso el rico avariento
descubrir de una vez la mina de oro,
y hallar en menos tiempo más tesoro.
Mató, abrió el vientre de contado;
pero, después de haberla registrado,
¿Qué sucedió? que muerta la Gallina,
perdió su huevo de oro y no halló la mina.
¡Cuántos hay que teniendo lo bastante
enriquecerse quieren al instante,
abrazando proyectos
a veces de tan rápidos efectos
que sólo en pocos meses,
cuando se contemplaban ya marqueses,
contando sus millones,
se vieron en la calle sin calzones.
Los padres y los hijos
Un enjambre de pájaros metidos
en jaula de metal guardó un cabrero
y a cuidarlos voló desde el otero
la pareja de padres afligidos.
-Si aquí -dijo el pastor-, vienen unidos
sus hijos a cuidar con tanto esmero,
ver cómo cuidan a los padres quiero
los hijos por amor y agradecidos-.
Deja entre redes la pareja envuelta,
la puerta abre el pastor del duro alambre,
cierra a los padres, y a los hijos suelta.
Huyó de los hijuelos el enjambre,
y como en vano se esperó su vuelta,
mató a los padres el dolor y el hambre.
Los hijos y los padres
Ni arrastrada un pastor llevar podía
a una cabra infeliz que oía amante
balar detrás al hijo, que, inconstante,
marchar junto a la madre no quería.
-¡Necio! -al pastor un sabio le decía-,
al que llevas detrás, ponle delante;
échate el hijo al hombro, y al instante
la madre verás ir tras de la cría-.
Tal consejo el pastor creyó sencillo,
cogió la cría y se marchó corriendo
llevando el animal sobre el hatillo.
La cabra sin ramal los fue siguiendo,
mas siguiendo tan cerca al cabritillo,
que los pies por detrás le iba lamiendo.
Pobre burro
El burro nunca dejará de ser burro.
Porque el burro nunca va a la escuela.
El burro nunca llegará a ser caballo.
Porque el burro nunca va a la escuela.
El burro nunca llegará a ser caballo.
El burro nunca ganará carreras.
¿qué culpa tiene el burro de ser burro?
En el pueblo del burro no hay escuela.
El burro se pasa la vida trabajando,
tirando de un carro,
sin pena ni gloria,
y los fines de semana
atado a la noria.
El burro no sabe leer,
pero tiene memoria.
El burro llega el último a la meta,
¡pero le cantan los poetas!
El burro duerme en cabaña de lona.
No llámar burro al burro,
llamarle "ayudante del hombre"
o llamarle persona.
La vaca llorona
Poemas para Niños.
Autor: Gloria Fuertes
Autor: Gloria Fuertes
La vaca está triste,
muge lastimera,
ni duerme, ni bebe
ni pasta en la hierba.
La vaca está triste,
porque a su chotito
se lo han llevado
los carniceros
al mercado.
Está tan delgada,
la vaca de Elena,
que en vez de dar leche,
da pena.
Llueve sobre el campo verde
Poemas para Niños.
Autor: Juan Ramón Jiménez
Autor: Juan Ramón Jiménez
Llueve sobre el campo verde...
¡Qué paz! El agua se abre
y la hierba de noviembre
es de pálidos diamantes.
¡Qué paz! El agua se abre
y la hierba de noviembre
es de pálidos diamantes.
Se apaga el sol; de la choza
de la huerta se ve el valle
más verde, más oloroso,
más idílico que antes.
Llueve; los álamos blancos
se ennegrecen; los pinares
se alejan; todo está gris
melancólico y fragante.
Y en el ocaso doliente
surgen vagas claridades
malvas, rosas, amarillas,
de sedas y de cristales...
¡Oh la lluvia sobre el campo
verde! ¡Qué paz! En el aire
vienen aromas mojados
de violetas otoñales.
Cuando se abre en la mañana
Cuando se abre en la mañana
roja como sangre está;
el rocío no la toca
porque se teme quemar.
Abierta en el mediodía
es dura como el coral,
el sol se asoma a los vidrios
para verla relumbrar.
Cuando en las ramas empiezan
los pájaros a cantar
y se desmaya la tarde
en las violetas del mar,
se pone blanca, con blanco
de una mejilla de sal;
y cuando toca la noche
blanco cuerno de metal
y las estrellas avanzan
mientras los aires se van,
en la raya de lo oscuro
se comienza a deshojar.
El oso, la mona y el cerdo
Un oso, con que la vida
se ganaba un piamontés,
la no muy bien aprendida
danza ensayaba en dos pies.
se ganaba un piamontés,
la no muy bien aprendida
danza ensayaba en dos pies.
Queriendo hacer de persona,
dijo a una mona: «¿Qué tal?»
Era perita la mona,
y respondióle: «Muy mal».
dijo a una mona: «¿Qué tal?»
Era perita la mona,
y respondióle: «Muy mal».
«Yo creo», replicó el oso,
«que me haces poco favor.
Pues ¿qué?, ¿mi aire no es garboso?
¿no hago el paso con primor?».
Estaba el cerdo presente,
y dijo: «¡Bravo! ¡Bien va!
Bailarín más excelente
no se ha visto, ni verá!».
Echó el oso, al oír esto,
sus cuentas allá entre sí,
y con ademán modesto
hubo de exclamar así:
«Cuando me desaprobaba
la mona, llegué a dudar;
mas ya que el cerdo me alaba,
muy mal debo de bailar».
Guarde para su regalo
esta sentencia el autor:
si el sabio no aprueba, ¡malo!
si el necio aplaude, ¡peor!.
Nunca una obra se acredita tanto de mala, como cuando la aplauden los necios.
me parece que esta bien la felicito
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